Hace 66 millones de años, el impacto con un asteroide marcó un cambio de era y supuso el declive de los grandes saurios que hasta entonces dominaban la Tierra. Los pioneros en proponer tal hipótesis fueron investigadores liderados por el premio Nobel de Física Luis Walter Álvarez. Su estudio ya apuntaba que ese impacto debió tener consecuencias globales para los ecosistemas terrestres. Al poco de demostrarlo sobre el papel, y como fruto de prospecciones petrolíferas en el golfo del Yucatán, se descubrió un cráter de 150 kilómetros de diámetro conocido como Chicxulub.
Gracias a los avances en cosmoquímica, se ha ratificado la naturaleza inusual del proyectil que excavó Chicxulub, el único cráter de impacto conocido hasta el momento producido por un asteroide que llegó a la Tierra desde la región externa del cinturón principal, más allá de Júpiter. Localizar su origen sirve para calibrar mejor los modelos dinámicos de estos cuerpos rocosos, capaces de generar impactos que marcarían definitivamente nuestro destino.
Un asteroide venido de la región externa del sistema solar
En estos días, un fascinante estudio publicado en la revista Science, liderado por Mario Fischer-Gödde, ha revelado que el asteroide que excavó ese enorme cráter poseía una composición peculiar, similar a las condritas carbonáceas que pueblan la región exterior del cinturón principal de asteroides, una región de nuestro sistema solar ubicada entre las órbitas de Júpiter y Marte.
Los investigadores han analizado detalladamente las anomalías isotópicas en diversos afloramientos geológicos (rocas no cubiertas por otras rocas) asociados con grandes impactos. En esas localizaciones es posible detectar compuestos químicos producto de la sedimentación del polvo fino producido tras el impacto de asteroides.
El análisis se ha realizado en varios afloramientos de, aproximadamente, 65 millones de años de antigüedad. La fecha se corresponde con el límite entre el Cretácico y el Paleógeno (límite K/Pg, en la jerga), el momento en que se produjo la gran extinción de especies, entre ellas, los dinosaurios.
En estos entornos estratigráficos han encontrado concentraciones muy elevadas de los elementos químicos del grupo del platino, particularmente del raro rutenio.
Esas anomalías químicas son fruto, por un lado, de la desintegración del asteroide a su entrada a hipervelocidad; y por otro, del proceso de excavación del cráter de Chicxulub, que creó una “pluma de impacto”, lanzando miles de millones de toneladas de material pulverizado a la atmósfera y produciendo un cambio climático súbito.
La abundacia de rutenio
El nuevo trabajo ejemplifica cómo los avances cosmoquímicos también marcan la dirección de nuevos descubrimientos. El hallazgo ha sido posible gracias al desarrollo de una nueva técnica que deshace los enlaces químicos y permite desentrañar las abundancias elementales en los minerales que forman las rocas.
De ese modo se han medido las abundancias químicas de rutenio en diversos tipos de muestras geológicas procedente del límite K/Pg, generadas por los restos del impactador de Chicxulub.
La abundancia elemental de rutenio se ha mantenido notablemente estable durante miles de millones de años pese a la actividad geológica de la Tierra. Por ello la detección de una sobreabundancia, como cualquier anomalía, puede considerarse trazadora de un impactador cósmico.
Los datos obtenidos indican que el proyectil causante del impacto de Chicxulub era un asteroide de tipo carbonáceo, probablemente formado más allá de la órbita de Júpiter o incorporando materiales primigenios de la región exterior de nuestro sistema planetario.
El riesgo de un nuevo impacto con asteroides
El impacto de Chicxulub fue catastrófico para la vida en la Tierra, como demostró un equipo liderado por Peter Schulte en 2010. El diámetro mínimo del asteroide que causó tal evento de extinción se estima en torno a unos 10 km, capaz de excavar ese colosal cráter e inyectar enormes cantidades de polvo que generaron un cambio climático súbito.
De hecho, la extinción del Cretácico/Paleógeno (K/Pg) se considera la quinta de una serie de extinciones masivas ocurridas en los últimos 540 millones de años. Se estima que, como consecuencia de los efectos indirectos, ese evento acabó con cerca del 75 % de las especies vivas y, muy posiblemente, sus efectos devastadores tuvieron mucho que ver con la naturaleza no diferenciada del proyectil.
En los asteroides carbonáceos encontramos todos los elementos químicos de la tabla periódica, incluyendo aquellos que poseen propiedades catalizadoras de compuestos nocivos para los seres vivos cuando alcanzan una atmósfera rica en oxígeno como la terrestre.
Por otro lado, los resultados obtenidos ponen también en valor los recientes estudios de asteroides carbonáceos analizados por las misiones de retorno de muestras Hayabusa 2 de la agencia espacial japonesa (JAXA) y la misión de la NASA (OSIRIS REx).
Ya no cabe duda de que los asteroides carbonáceos impactan también con nuestro planeta, aunque lo hagan con menor frecuencia que los asteroides ricos en silicatos, representativos de las llamadas condritas ordinarias. Por ello, es de gran relevancia conocer su composición y las rutas que siguen, para describir los efectos que pueden causar sobre los ecosistemas en función de sus dimensiones y composición química.
Josep M. Trigo Rodríguez, Investigador Principal del Grupo de Meteoritos, Cuerpos Menores y Ciencias Planetarias, Instituto de Ciencias del Espacio (ICE - CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.